lunes, 28 de febrero de 2011

La Ex Novia



Tenía un buen tiempo saliendo con este chico... Podría decir que fue amor a primera vista; él, encantador, romántico, lleno de atenciones y detalles para mí, todo era perfecto. Y llegó el día en que decidió llevarme a su casa y a conocer a sus padres. Los nervios y la emoción se apoderaron de mi. Por supuesto que ya había conocido antes a los padres de antiguos novios, pero no soy muy familiar y la verdad prefiero evitar el convivir mucho con la familia del chico... Issues, lo sé, todos los tenemos. Además este caso era diferente pues parecía ser algo más serio y sabía que este era el siguiente paso en nuestra relación así que acepté sin decirle nada. Afortunadamente él tampoco convive demasiado con sus padres, aunque tengan una buena relación y sólo estaríamos ahí un par de días, pues ellos viven en otra ciudad. 


Llego el momento. Me vestí linda y llevé un pequeño regalo de cortesía para su casa. En realidad sus padres eran encantadores. Dulces, corteses, llenos de preguntas para la novia extranjera de su hijo. Me hicieron sentir bien, a pesar de la incomodidad que suelo tener en esos casos. Pero...


Mientras se servía la cena, hice un comentario aleatorio sobre un juego de adornos que colgaban de la pared.
-Que bellos platos, señora R.
-Si, son muy lindos... son de Turquía.
-Oh... 


Y seguramente mi expresión facial sufrió un dramático cambio, porque la señora agregó:
-Me los trajo mi hija en un viaje que hizo allá...


Sonreí un poco contra mi voluntad, intentando ocultar mi malestar.


Comprendí todo de inmediato. Había admirado unos adornos que seguramente le regaló la ex-novia turca de mi enamorado. Esa, que le había roto el corazón y que 5 años después seguía molestando sin estar presente. Y la madre de él seguramente había notado mi incomodidad, de lo contrario no habría agregado esa última frase. Me sentí ridícula llevando mi regalo, me sentí ridícula haciendo ese comentario y me sentí además, estúpida al hacer un halago sobre algo que en realidad no me había gustado... No volví a comentar nada parecido en toda la noche.


El segundo momento tenso vino cuando me servían el plato fuerte y la madre preguntó si comía carne de cerdo. Creo que no respondí nada o bloqué el momento porque sólo recuerdo lo que sucedió después: mi novio respondiendo "ellos sí comen eso, madre, no son musulmanes". Quería salir corriendo de ahí. Me sentía totalmente incómoda. 


Esa noche, ya en casa de mi novio -lugar que aún no conocía-, él me agradeció por haber sido tan paciente y se disculpó por cualquier inconveniente sucedido. Decidí no darle mucha importancia al asunto, hasta que me dí cuenta que Yasemine estaba aún en todos lados. En los tapetes turcos en el estudio, en las tazas de café en la cocina, en el incienso con aroma a jazmín... 


La casa de mi novio estaba impregnada de la esencia de ella y yo sólo era una extraña, la recién llegada. Pesadilla.


Al día siguiente, mi novio tuvo que salir temprano por un asunto de trabajo y yo, yo tuve que hacer lo que cualquier novia haría en un caso como este. Revisar la casa. Buscar, investigar. Sabía que había posibilidad de encontrar algo que no quisiera, algo que me iba a doler, pero necesitaba saber. Me prometí a mí misma que encontrara lo que encontrara no diría nada a mi novio, no arruinaría la relación tan especial que llevábamos.


Revisé los libros del estudio, abrí los cajones del tocador, miré abrigos de mi novio colgados en el armario. No encontré nada de ella. Tal vez estaba equivocada. Tal vez había imaginado todo o exagerado todo. Me alegré. Cuando me mudara con él, sólo tendría que deshacerme de las cosas que no me gustaran. Sonreí. Ya estaba haciendo planes y castillos en las nubes. Decidí vestirme y peinarme para estar lista cuando él llegara. Me dí un relajante baño de espuma, hojeé una revista, me puse un vestido lindo. Quise hacerme un peinado diferente pero me di cuenta que no llevaba gel conmigo, así que busqué en los cajones del mueble del baño. Justo cuando ya la había olvidado, regresó. Regresó con sus pulseras turcas, con sus broches para el cabello, con su cepillo de niña, con su espejo lady-like. La odié. La odié con todas mis fuerzas pero ese sentimiento sólo duró un minuto. Primero quise lanzar sus cosas lejos y largarme de ahí de inmediato; después me sucedió algo extraño: la perdoné, la dejé ir. Ella no pertenecía más a la vida de mi hombre. Había compartido un sentimiento con él, pero eso había terminado años atrás. Y entonces vi sus objetos como representaciones de lo que había sido ella, la ex novia, a sus 23 años, sólo una chica que usaba muchas pulseras, broches con piedras en el cabello y un espejo plateado. No pertenecía más a la vida ni al mundo de él, y menos a mi mundo. Que regresará o no dependía de mi y no tenía porqué traerla de vuelta ni porqué arruinar mi momento. 


Desapareció de nuestras vidas. Nunca más hemos vuelto a hablar de ella. La siguiente vez que fui a casa de mi novio, no había rastro de ella.






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1 comentario:

  1. El amor infantil sigue el principio: Amo porque me aman. El amor maduro obedece al principio: Me aman porque amo. El amor inmaduro dice: Te amo porque lo necesito. El amor maduro dice: Te necesito porque te amo.
    Para la mayoría de la gente, el problema del amor consiste fundamentalmente en ser amado, y no en amar, no en la propia capacidad de amar

    Si una persona ama sólo a otra y es indiferente al resto de sus semejantes, su amor no es amor, sino una relación simbiótica o un egoismo ampliado
    De cualquier manera, la sensación de enamorarse sólo se desarrolla con respecto a las mercaderías humanas que estan dentro de nuestras posibilidades de intercambio

    namaste

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